Tales of Arise sin ninguna duda nos ha dejado con un elenco de personajes protagonistas para el recuerdo. Por una parte tenemos a Alphen, el líder del grupo con una personalidad a lo que nos tiene acostumbrados la saga, cuando se tiene que poner serio se pone serio y cuando no puede sacarnos alguna sonrisa con sus actos.
Por otra parte tenemos a Shionne, la coprotagonista, con una personalidad fuerte a la par que tierna, así como una evolución increíble que se ha quedado para el recuerdo. Luego tenemos a Rinwell y Law, con su evolución personal por supuesto, pero sobre todo ayudando a ser el recurso cómico de la entrega.
La sorpresa ha sido Dohalim, quién en la demo ya empecé a verle por dónde iba a cojear, ofreciendo una personalidad muy sarcástica donde la gracia está en la forma de decirlo, en cómo está totalmente convencido de que cualquier cosa puede tomársela muy en serio. Pero, de todos los personajes principales, quién se ganó mi cariño desde el primer momento fue Kisara.
Kisara es de esos personajes que es imposible no amar. Se trata de una líder de caballería al que todo el mundo respeta, ya que gracias a ella lograron muchos logros y fue una compañera más del equipo. Es ahora cuando tengo que informaros que este artículo contiene spoilers de Tales of Arise, en concreto sobre este personaje, por lo que si no lo has jugado todavía y quieres vivir esta aventura, te invito a volver más adelante cuando lo hayas hecho.
Lo primero que me sorprendió de Kisara fue su diseño, pues a simple vista puede parecer que lleva una armadura normal y corriente de un caballero, pero cuando te paras a analizarla, te das cuenta de que su vestimenta incluye un secreto de diseño muy interesante.
Y es que tanto la melena que tiene como el cinturón que lleva suelto dan la apariencia de una leona, uno de los animales más fuertes de la selva, por no decir que pertenecen a la realeza de la selva. ¿Qué nos indica esto? Que Kisara es fuerte, y a su vez es un personaje noble. No tiene nada que ver que haya trabajado con la nobleza.
Kisara es, a su vez, la “mamá” del grupo, pero no una madre estándar que siempre se preocupa y siempre tiene que sacarles las castañas del fuego a sus nenes. No, ella actúa como la voz adulta del grupo y como la administradora de la economía grupal. Usa su escudo no solo para defender, sino también para atacar, además de su fiel maza.
Por el final del juego podemos ver cómo ella ya no tiene que seguir preocupándose por el equipo porque este se ha hecho independiente, ya sabe lo que tiene que hacer, y hasta en cierta medida “les molesta” que Kisara les pregunte cómo están en el sentido de las tareas del hogar, limpieza, etc.
Es una evolución que se complementa perfectamente con la relación con su hermano. Kisara tiene que vivir con el pesar de verle morir por una causa injusta, por una desgracia ajena a ella, incapaz de poder ayudarle, así como soportar un duelo para intentar perdonar a Dohalim, lo que le cuesta muchísimo, y no es tan fácil cómo parece.
Finalmente logra no solo perdonarle a él, sino a ella misma, siendo feliz y libre pero recordando con mucho cariño a su hermano, quién entre otros muchos detalles, la enseñó a pesar para sobrevivir en un mundo injusto y lleno de maldad. Es aquí donde veo que Tales of vuelve a hacer lo que solo Tales of se atreve a hacer.
No se trata de que Kisara no necesite a un hombre para ser feliz, consiste en que sabe que puede vivir su vida esté su hermano o no, que necesita a sus amigos y a su gente, que no tiene que estar sola porque. Y creo que es un mensaje de empoderamiento muy bonito que se desmarca del ya clásico “no necesitas a nadie”.
No. Las personas necesitamos a otras personas con las que confiar, otras personas con las que poder hablar, con las que poder socializar y hasta preocuparnos. Si nos centramos en ocuparnos solamente de nosotros e importarnos nada el dolor ajeno, al final acabaremos siendo egoístas, y eso no está bien.
Por eso Kisara es un personaje muy importante. Y yo solamente puedo estar infinitamente agradecido por haberla conocido.
[Crítica] Tales of Arise, cuentos de felicidad y miedo