[Crítica] Sutileza simétrica

Calificada como comedia dramática, la séptima película del veterano director Wes Anderson, no deja indiferente. Ya he perdido la cuenta de las veces que he visualizado el film. Sin embargo, cada una de esas veces me ha parecido diferente y he descubierto cosas nuevas que hasta entonces no había llegado a percibir. Moonrise Kingdom se estrenó en 2012 recibiendo un 8,2/10 en la conocida web Rotten Tomatoes con un 94% de 200 críticas positivas.

No hay duda de que el tema principal de Moonrise Kingdom es el amor. A pesar de ser un tema muy corriente, la diferencia está en la original forma en la que se presenta. No se trata de una cursi historia de amor entre dos niños, el amor, se exterioriza de una forma fría pero intensa. Las diferentes relaciones que se establecen entre los personajes son muy dispares entre sí, al igual que la forma en la que se resuelven.

La película trata temas muy complejos e impactantes, pero de un modo peculiar. A pesar de la gravedad de las situaciones que se narran, la comedia está presente en toda la obra, quitando de esta forma cierto grado de importancia a lo que sucede. Esta característica propicia que, en ocasiones, se olvide que los jóvenes amantes siguen siendo niños, aunque intenten actuar como adultos la mayor parte del tiempo. Anderson sabe cómo mantener la simetría tanto en los temas que trata como a nivel técnico, de una forma sutil. Da una de cal y otra de arena. Para sufragar la conmoción que provocan las situaciones que representa en la gran pantalla, introduce la comedia para, de esta forma, quitar “hierro al asunto”.

El empeño por mantener la simetría en la composición de los planos se mantiene en toda la obra, al igual que una atmósfera cálida, muy cuidada. Su director de fotografía de cabecera, Robert Yeoman, consigue una ambientación perfectamente definida donde prevalecen tonalidades otoñales características de Inglaterra, con las que, se enmarca a la perfección el estilo de los años sesenta. Los abundantes planos generales ayudan a describir el paisaje de la isla e invitan al espectador a sumergirse en el mundo de los jóvenes protagonistas. La música, obra de Alexander Desplat, totalmente acertada, favorece poder introducirte en la época ya que acompaña perfectamente a las diferentes secuencias en las que se presenta.

No hay que olvidar el magnífico reparto con el que cuenta el director, sin el cual, la película no tendría el mismo matiz cómico-dramático. Actores de la talla de Bruce Willis, Edward Norton, Tilda Swinton o, su actor estrella Bill Murray, encarnan a unos de los personajes más variopintos de la gran pantalla. A su vez, nuevos intérpretes como Jared Gilman o Kara Hayward demuestran sus grandes dotes interpretativas en este largometraje. Sin lugar a duda, Anderson cuenta con un elenco inmejorable en la mayoría de sus películas.

Coescrita por Roman Coppola y por el propio director, la película no busca retratar una realidad, es más, no dejas de tener la sensación de estar viendo una película. Sabes que lo que estás viendo no tiene ni un atisbo de realidad, pero no te importa, estás disfrutando. No llegas a sentirte identificado con los personajes porque son inverosímiles, pero sus historias te atrapan y quieres llegar al final para conocer el desenlace. Wes Anderson te muestra lo que quiere y cómo quiere, le da igual que sea un despropósito porque su seña de identidad no se basa en contarte algo que sea objetivo. Como la mayoría de sus obras, es fresca, innovadora y muy ocurrente.

Con un presupuesto de 16 millones de dólares, recaudó más de 68 millones y no es de extrañar ya que, va en aumento el número de personas que se decantan por el cine de Wes Anderson en los últimos años, seguramente por su seña inconfundible. Lo que está claro es que su cine no pasa de moda. Moonrise Kingdom ha sido, es y será un producto atemporal, el cuál se podrá seguir disfrutando sin importar los años que pasen y, espero que de la misma forma que yo, cada vez que se visualice, se descubran cosas nuevas y diferentes.