Muchas veces llego a mi casa después de estar todo el día en clases y lo primero que hago, ignorando totalmente todas las tareas que tengo pendientes, es encender alguna consola para jugar videojuegos. Me paso alrededor de cinco minutos mirando una lista, a veces más grande, a veces más pequeña, y entre el cansancio y el poco tiempo que me queda de día acabo eligiendo el mismo juego de siempre, generalmente Animal Crossing New Leaf. Al principio pensaba que sería algo pasajero que solo me pasaba a mi, pero hablando con más gente del tema me he acabado dando cuenta de que es un problema mucho más extendido.
Lo que ocurre en realidad es que no tengo ganas de jugar a nada, pero ¿a qué se debe? Reflexionando sobre este tema lo primero que se vino a la cabeza fue el concepto de la zona de confort. En pocas palabras la zona de confort es una situación o estado en el cual las personas permanecen, generalmente, para evitar cualquier tipo de presión, riesgo o miedo. Si ahora aplicamos este concepto al caso podemos ver que al jugar siempre a un mismo videojuego estamos perpetuando nuestra estancia en la zona de confort.
Si lo piensas bien, es quizá la opción más lógica: tengo un juego que ya conozco, por lo que sé que este juego me gusta y me va a proporcionar una diversión X que para lo que ahora quiero es más que suficiente. Pero de la misma manera que ocurre con las experiencias a las que renunciamos por quedarnos en nuestra zona de confort en la vida real, podemos llegar a perdernos videojuegos increíbles simplemente porque ‘al menos sé una partida al lol me entretiene un poco’, mientras que en el Xenoblade Chronicles 2 (allá por el 2018) ‘es un juego muy largo’, ‘voy a llegar a un jefe difícil y lo voy a droppear’, ‘no me va a gustar’… sin siquiera darle una oportunidad.
Hablando de este caso en concreto, el de Xenoblade Chronicles 2, comencé a jugarlo en 2018 poco después de su lanzamiento en diciembre del año anterior, pero a medida que avanzaba en la historia y en vez de darme grandes momentos bombásticos continuamente, lo que hacía era desenvolver el lore de su mundo y la trama entre personajes (básicamente, a medida que el ritmo del juego empezaba a ser más calmado) dejé de jugar progresivamente hasta droppearlo en un último momento. ¿Por qué? Porque teniendo cuarenta minutos antes de volver a clases puedo: o bien hacer una run de Enter the Gungeon, o bien mirar una cinemática de 5 minutos en el Xenoblade y luego farmear 35 minutos para que el próximo jefe no me destroce.
Finalmente acabé Xenoblade Chronicles 2 hace unos años y más tarde completé también la Definitive Edition del 1 en Switch. Estos dos juegos han sido muy importantes para mi en cuanto a lo personal, a parte de ser dos de mis juegos favoritos me han abierto las puertas para jugar a más juegos del estilo y también a saber qué tipo de cosas quiero en los RPG. Si no me hubiera, por raro que suene ‘obligado’ a empezar Xenoblade Chronicles 2, nunca habría descubierto geniales aventuras y, seguramente, no estaría escribiendo esto. Sinceramente, lo más probable es que estaría jugando cinco partidas al día de League of Legends haciendo descansos de tilt para jugar unas runs de Isaac (Mirando en retrospectiva creo que tomé la decisión correcta).
Y no digo que estos juegos sean malos, ni mucho menos, de hecho sigo volviendo a ellos regularmente pero con una mayor moderación. Dicho lo dicho, desde aquí recomiendo a todas las personas que se sientan identificadas con la situación que he descrito en el inicio de este texto y no estén satisfechas con el uso que le dan a su tiempo libre a obligarse a dejar un poco de lado estos juegos absorbentes, que de nuevo, no son malos juegos, para darle una oportunidad a nuevas y maravillosas historias. Como consejo final, si se trata de un caso en el que el problema es prolongado y de hace mucho tiempo, recomiendo encarecidamente empezar por juegos que ya te hayas pasado y sepas que te gustan.