Quién me conoce bien sabe que Butters es mi personaje favorito de South Park y uno de mis personajes de ficción preferidos de todos los tiempos. Aunque realmente lo conocí hace poco más de cuatro meses, es ese personaje que hace que, cuando me voy a dormir, siga pensando en él, y cuando me despierto sigo acordándome de su existencia.
Pocas veces ocurre algo así, que te acuerdes tanto de un personaje, o que incluso sea ese quién consigue que sigas consumiendo un audiovisual con interés, pasión, y te animes con nuevos mundos transmedia, como lo es en este caso sus videojuegos. Tengo un especial cariño a Butters y, como ya dije en su momento, creo que su evolución ha sido verdaderamente satisfactoria, y como fan estoy más que contento con su participación en la serie.
No obstante, Butters esconde una capa de profundidad maravillosa que, si bien con el tiempo se ha ido disipando, y no se le ha dado mayor importancia o enfoque, sí da para hacer una película dedicada a ello o incluso un videojuego, aunque probablemente la seriedad de la situación sería contraria al espíritu de la serie y no se podría realizar. Os hablo de la psicología del maltrato.
Antes de nada, para quiénes no habéis visto la serie pero os interesa, ¿quién es Butters? Se trata de un niño de entre 8 y 10 años, depende del capítulo, que actúa tal y como un niño haría en la vida real. South Park es una serie en la que los adultos son idiotas y los niños, si bien tienen esa inocencia, también tienen ese desparpajo de ser más inteligentes de lo que se estima y actúan casi como adultos.
Y aunque hay momentos en que esto pasa con Butters, la gran mayoría del tiempo él sigue siendo lo que es: un niño alegre, simpático, inocente, que siempre quiere ayudar, que es bueno y se porta bien. En general, Butters es la representación realista de un niño de su edad. Esto provoca, por desgracia, que él sea el blanco de todas las burlas, llegando al nivel del acoso.
Antes de continuar me gustaría destacar otra cosa, y es que Butters no se llama así realmente, sino Leopold Stotch. No conozco el motivo real del apodo, unos dicen que Butters es un apelativo cariñoso para la gente muy rubia y otros, posiblemente sea por esto, se dice que es por una broma con el director de animación Eric Stough y el juego de palabras de butterscotch (caramelo de azúcar con mantequilla).
Sea como fuere, y aunque él ha dejado claro que le gusta llamarse así, me gustaría durante todo este escrito llamarlo por su nombre, Leopold, si se me permite. El maltrato es una de las mayores lacras de nuestra sociedad y conducta frente a otras personas, y este puede aparecer de varias formas. En el caso de Leopold, hay dos de ellas muy claras.
La primera está muy clara, y es la relación con sus padres, más en concreto con su padre, Stephen. Con su madre hemos visto algunas escenas en las que llega a castigarlo e incluso humillarlo delante de sus amigos, como un capítulo en la que sale mal una foto del colegio y cree que estaba haciendo muecas, sin escuchar la opinión de su hijo, y diciendo a sus amigos que no puede salir de casa por estar castigado, repetidas veces.
También en otro capítulo, uno especial dedicado a Leopold, Linda llega a preparar un asesinato tras caer en depresión al creer que su marido le estaba poniendo los cuernos. Por suerte, Leopold logró escapar del coche (sin saber que su madre pretendía ahogarlo) y encontró el camino a casa. Fuera de eso, Linda apenas ha tenido papeles serios en el cuidado de su hijo.
Pero entonces llega Stephen (o Chris, como se le llamaba en las primeras temporadas). Por una parte entiendo que este personaje haya caído en la flanderización de únicamente decir que su hijo está castigado, así como ser un personaje recurrente en el grupo de los padres e incluso en solitario en contadas ocasiones, y reconozco que a veces incluso me río con él.
No obstante, lo cortés no quita lo valiente. Si un padre como Stephen existiese en la vida real, estaríamos delante de un verdadero maltratador psicológico en potencia. Una vez vimos fuera de cámaras cómo pegaba a su hijo (no especificando si fueron puñetazos, collejas, azotes…), y desde entonces todos sus castigos eran quedarse en su habitación o no cenar, pero eso no es lo importante.
Lo que ocurre es que Leopold tiene verdadero miedo a su padre. No es un respeto ganado con honestidad, sino con miedo. Leopold se muestra muy aterrado por los posibles castigos de su padre, lo que le provoca muchísimas inseguridades y miedos a la hora de hacer algo por miedo a lo que su padre pueda hacerle. Es lo peor que se le puede hacer a un hijo.
Al final, todo esto no es más que una capa de profundidad que los fans vemos porque vivimos ese universo, ya que luego ves episodios en los que se les ve muy juntos. De hecho en la temporada de Amazon pudimos ver como Stephen se batía en duelo por si tenía que ir a la huelga o no, ya que si iba su hijo no podría participar en una competición de diseño de bicicletas.
South Park es una serie para pasarlo bien, con esa capa de profundidad muy sutil pero reflexiva que solo el humor negro puede conseguir, y prueba de ello es toda la parafernalia que os estoy soltando, y solo soy un fan más de entre todos los creadores de contenido que hay en la red. Y no penséis que he acabado, aún me queda mucho que hablar, por lo que pillad un poco de agua que aún queda.
Además del maltrato en casa, en la escuela la cosa no va a mejor. O al menos en sus inicios no iba. Antes de la temporada 6 donde Leopold pudo brillar con luz propia, él era uno de los niños impopulares del colegio, dedicando el tiempo libre que tenía a estudiar y sacar adelante los deberes.
Esta es una sensación que no es difícil creer que se puede vivir. Yo mismo en la época que sufría acoso escolar en el instituto, como tenía tanto tiempo libre pues no tenía nadie con quien jugar, hablar o socializar, lo dedicaba a estudiar y hacer los deberes. Esto hizo que mis compañeros/as me viesen como “el rival porque se cree muy mayor y los profesores no le regañan”, pero esto ya es divagar.
En la tercera temporada, en el arco de la lluvia de estrellas, Stan Marsh, uno de los protagonistas, ya deja claro que Leopold no es uno de los chicos más respetados en clase, relegado a jugar solamente con Pip, otro chico de su clase que sufría un acoso todavía peor, y Dougie, un niño más pequeño que él. No creo que haya nada peor que encontrarte en una situación así, relegado, abandonado por las personas con las que vas a pasar una gran parte de tu tiempo.
Pero, si me permitís la divagación, si no te quieren, tal vez lo mejor que puedes hacer es no involucrarte y seguir tu camino. Total, si te muestran rechazo, ¿por qué ibas a tener tú que aceptarles? Pero bueno, esto ya es otro tema.
Todas estas desgracias que le pasan a un corazón puro como el de Leopold solamente tienen una consecuencia: heridas psicológicas. Y el resultado de esa herida tiene un nombre, y se llama Profesor Caos. Cuando Leopold es expulsado del grupo de amigos por no cumplir con sus expectativas, este regresa dolorido a casa, con la desdicha de haber sido abandonado por quiénes creía eran sus amigos.
Es ahí cuando nace su alter ego: el Profesor Caos. ¿Quién iba a sospechar que el ser de luz más puro iba a tener dentro de sí a un terrible villano? Con esa pregunta Leopold presenta su nueva etapa, y aunque de nuevo es una parodia que siempre sale mal, el hecho es que, mientras todos sus amigos juegan a los superhéroes, él ha decidido ser un villano.
¿Pero quién le ha hecho un villano? ¿Qué es verdaderamente un villano? Todo esto es lo que hace de Leopold un personaje extremadamente importante y bien desarrollado, y me da mucha lástima que South Park sea una serie que no se toma en serio a sí misma, dejándonos sí, con muchas risas, pero con ganas de ver cosas más serias con resoluciones menos enfocadas en el humor.
El Profesor Caos es todo el odio de Leopold personificado. Él, debido a su filosofía de la eterna felicidad que ya expliqué en el artículo que he enlazado al principio de este, no puede mostrarse enfadado ni rabioso. Y no he mencionado el capítulo donde su abuela le acosaba y donde sí vimos que le pegaba. Leopold está cansado, y es entonces cuando las personas explotan.
Y, cuando lo hacen, el resto les ven como los malos, como “es que así no se solucionan las cosas”. ¿Y tú qué hiciste para evitarlo? Has visto que algo no iba bien, ¿y no fuiste capaz de denunciar, de avisar a alguien? ¿Quién te crees que eres para venir ahora a dar lecciones de moralidad?
¿Quieres acabar con el maltrato? Nunca maltrates a nadie. Y si sabes que alguien está siendo maltratado/a, denuncia. Porque tu voz puede ayudar y solucionar las cosas. No te calles. Leopold al final es un personaje de ficción cuyo futuro lo deciden los guionistas, pero la vida real no tiene guionistas que marcan nuestro destino.
No te calles. Levanta la voz.