Los videojuegos en muchas ocasiones nos dan la vida, nos hacen ver un poco de luz en esos días de oscuridad, nos divierten. Para qué mentiros, una de las cosas más placenteras para mí en esta vida es llegar de trabajar, ir a la ducha e iniciar el título al que estoy jugando en ese momento. Es un «adiós estrés, adiós obligaciones…hola querida maga nivel 120 del WoW.»
Tantas veces nos han servido como vía de escape a muchos, mientras que para otros es un pasatiempo como cualquiera pero es que, ¿qué más podemos pedir de ellos? ¿Han sido creados para satisfacer todos nuestros deseos? Hay personas que así lo piensan.
Ya os he comentado muchas veces que el dicho de ‘el cliente siempre tiene la razón’ debería dejar de existir. No seamos incrédulos, las compañías buscan vender su juego y siempre tendrán en cuenta las opiniones de la comunidad, las quejas, los puntos a mejorar… y por supuesto no trabajan por el amor al arte pero, justo de esto os tengo que hablar pues, ya en indefinidas ocasiones se han tratado a los videojuegos como otro arte pero, ¿de verdad nosotros, los jugadores, compartimos ese punto de vista?
Os voy a poner en situación: Imaginaos que en los primeros años siguientes al 1.500, cuando Leonardo da Vinci pintaba una de sus mayores obras como es La Gioconda, este en vez de pensar en dar lo mejor de si mismo como artista para poder ilustrar a Lisa Gherardini, se hubiese dedicado a ir preguntando por toda la ciudad cómo querían los demás que la pintase. Lo mismo pasa con la mayoría de famosos pintores que plasman su forma de ver la vida y las cosas en general con su propio estilo y, por supuesto, sin la opinión de nadie.
¿Qué ocurriría entonces si, del mismo modo, las desarrolladoras sacaran al mercado proyectos de los cuales no facilitaron ni un dato hasta ser terminados? Sin ningún tipo de tráiler, gameplay, ningún ‘puede’ o ‘quizá’ que tanto hype y decepciones producen, con 0 marketing. ¿De verdad no os llamaría la atención algo así?
Los estudios no son y, al menos nunca creo que serán, androides complacientes que desarrollen todo lo que pidamos, al precio que queramos y sin ningún extra. Las compañías buscan el dinero, pero dentro de la cara ‘amarga’ de esto se encuentran creativos, artistas que dedican su tiempo en crear algo único dejando de lado la fama o los beneficios que les pueda traer y por suerte o por desgracia dependiendo de los recursos que les ceda la empresa en la que se encuentren.
¿Por qué a los videojuegos se les trata de forma diferente al cine, la pintura o incluso la propia música? ¿Es que a caso no se tratan de artistas creando sus propias obras, sus ‘Giocondas’ en forma de juego? Pero aquí viene la pregunta más importante:
¿Cómo vamos a conseguir que el resto del mundo vea que los videojuegos son un arte si nosotros somos los primeros que los tratamos como un simple producto más?