Si alguna vez habéis tenido la oportunidad de disfrutar de Final Fantasy X conoceréis a Wakka, ese chico pelirrojo capitán del equipo de Blitzbol Besaid Aurochs y fiel seguidor de Yevon, que con 23 años aparenta llegar a los 40 por sus pensamientos religiosos y por la pereza que da siempre ahogando la fiesta durante todo el juego a sus compañeros de viaje. Básicamente en la historia era como una mosca que zumbaba en las orejas de nuestros protagonistas cosas como que íbamos todos a morir o Yevon nos iba a castigar por herejes, el típico de »¡¡¿¿Es que nadie va a pensar en los niños??!!» aunque nadie le hacía caso. Pues lo mismo pasa con el PEGI. Quizás si Tidus, Yuna y sus aliados le hubiesen hecho caso, esta poderosa historia de amor tendría otro final…o quizás no.
Pero vayamos a lo que nos concierne: Europa tiene un maravilloso sistema para clasificar los videojuegos por edad según su contenido, a partir de 3 años para juegos que son aptos para todo tipo de público aunque ya de por si pueden contener algo de violencia; a partir de 7 años, muy parecido al de 3 pero pueden aparecer desnudos sin ningún tipo de contenido sexual; a partir de 12, donde la violencia es mucho más gráfica y aparecen palabrotas, aunque bastante leves; a partir de los 16, la violencia es como en la vida real, hay sangre, palabrotas en exceso, delitos y uso de drogas y por último a partir de los 18 años, donde puede aparecer cualquier cosa.
Hasta ahí bien, ahora pasaros un rato por juegos como Grand Theft Auto o Call of Duty, donde la edad mínima recomendada para jugarlos son los 18 años. Por supuesto esto no lo respeta ni dios, los juegan todo tipo de jugadores de cualquier edad, incluso de menos de 10 años pero, ¿y quién no ha hecho esto? Hasta Final Fantasy VII era para más de 16 y muchos de nosotros tendríamos una década o menos. El problema es que en estos tiempos los videojuegos están mucho más accesibles, algo que no debería tomarse como ‘problema’ en si, el fallo está en quien no les da un buen uso a estos como es el de entretener y pasar un buen rato y punto. Miles de padres -aún en 2018- acusan a los videojuegos de ser dañinos para los jóvenes, de incitar al mal comportamiento de sus hijos en casa y en la calle, de influenciarles, ¿pero qué es lo que esperan si a los 5 años ya tienen un móvil con acceso a YouTube? ¿Si a los 8 años ya tienen 20 juegos de PlayStation 4 o acceso a juegos multijugador con usuarios de todas las edades? ¿Os habéis parado a pensar qué podría pasar si en una partida comunidades tan tóxicas como las de los MOBA les dicen a vuestros hijos que se maten, que no sirven para nada? Al parecer, no.
No podemos quejarnos de que nuestros hijos usan un mal vocabulario o les gusta ver violencia cuando les compramos cualquier tipo de juego tengan la calificación que tengan con tal de que se callen y nos dejen en paz. No deberíamos pasarnos por el forro el PEGI recomendado y luego quejarnos de estas cosas porque las consecuencias no son culpa de los mismos videojuegos, ni de los desarrolladores, ni si quiera de el dependiente de la tienda que nos los vende o de los niños, porque en tan corta edad pueden influenciarse con cualquier cosa, es únicamente culpa nuestra porque somos los máximos responsables de nuestros hijos. ¿Qué solución hay para algo así? ¿Prohibir algunos títulos como ya ha pasado en países europeos? ¿Pedir nuestro documento de identidad al comprar un juego para ver si cumplimos con dicha edad? No serviría de nada, porque, como ya os digo, cosas así deben inculcarse en casa. Hay que interesarse un poco más por las aficiones de los pequeños, la desinformación crea muchas desgracias y creo al 100% que padres e hijos pueden tener y compartir este maravilloso hobby con cabeza y con ciertos límites, a la vez que aprenden mutuamente.
Wakka, aunque no te hagamos nunca caso, sabemos que estás ahí por algo, te queremos.