En los últimos años se ha ido incrementando el número de programas televisivos que tienen a niños como protagonistas de sus espectáculos. Si bien también es verdad que no son del todo innovadores pues, todos recordamos el famoso programa presentado por Bertín Osborne llamado Lluvia de Estrellas. Los niños que participaban en este programa iban con la ilusión y la esperanza de convertirse en grandes estrellas de la canción y para demostrar sus dotes, imitaban a sus ídolos. Hubo unos cuantos que consiguieron triunfar y tener una carrera musical como es el caso de David Civera y de la cantante Tamara por poner algunos ejemplos. Si los niños consiguen lo que se proponen al acudir y participar de estos realities, todo va bien.
El problema viene cuando esto no es así, cuando los niños se llevan un desengaño o sufren al no lograr ganar, pasar a la siguiente fase o quedar en buena posición dentro del programa. Y ahí es donde nace mi disgusto y mi irritación. Creo que no somos conscientes y hablo en general, de lo que estas situaciones suponen para los niños, lo que pueden llegar a influir en sus vidas. Los pequeños no son conscientes de lo significa estar en la tele y de las obligaciones y consecuencias que conlleva. En muchas ocasiones son los padres quienes empujan a sus hijos a querer participar en estos programas para ver así cumplido un sueño frustrado. Pero esto es en la mejor de las circunstancias, en otras, simplemente se ve al niño como un elemento del que se puede sacar un beneficio económico. Esto es vergonzoso e incluso denigrante para los hijos, quienes en un futuro se sentirán desdichados por ver frustrados unos sueños que les impusieron sin darles la oportunidad de elegir. Las secuelas podrán ser irreversibles.
Creo que la sociedad no es consciente de lo que significa la exposición que se hace de estos niños, bien sea en programas de cocina, de canto o de espectáculo. No se preserva en ningún momento su intimidad, se les trata, la mayoría de ocasiones, como adultos sin tener en cuenta sus edades y sus mentalidades inmaduras y mucho menos sus derechos. No se les pude tratar como lo que no son. Como tampoco es bueno imponerles la competición desde tan temprana edad, porque al fin y al cabo estos programas se resumen en eso: en competir los unos con los otros. El instinto competitivo no está mal en su justa medida, pero a esas edades no hay medias tintas es o todo o nada, todos quieren ganar y, al no tener muy claro todavía lo que está bien y lo que está mal, se creen que todo vale con tal de ser el mejor. De esta forma se convierten en personas misántropas, competitivas y en el fondo, tristes e infelices.
Los pequeños se acostumbran rápidamente a una fama que casi inequívocamente será fugaz. Son famosos durante 3 o 4 meses que es lo que dura la emisión del programa. Después caen en el olvido. Puede que al ganador le dure la fama un par de meses más porque la cadena se seguirá nutriendo de él al exhibirlo en otros de sus programas. No obstante, el desenlace del ganador tiende a ser el mismo, le espera el destierro del mundo televisivo.
De lo que no hay duda es de que este hecho, la participación en estos programas, les afecta psicológicamente de una forma u otra. Me consta que las cadenas tienen un gran equipo de psicólogos que velan por el buen hacer de estos niños, pero, obviamente, no es ni por asomo suficiente. Las mentes de los jóvenes no están preparadas para la presión a la que se les somete, ni para la pérdida o la decepción. Estos factores son realmente importantes ya que, el niño se sentirá frustrado y se sentirá inútil al no poder lograr lo que se le pide o a lo que aspira y, menos aún a que su fracaso se vea en millones de pantallas. Cuesta mucho recuperarse de algo así y puede martirizarte de por vida. Acaban siendo estrellas apagadas cuando, los niños son quienes más deberían de brillar y no perder su luz bajo ninguna circunstancia.
Igualmente, esto también afecta a los niños que no participan en estos concursos ya que fomentan su adicción a la tecnología. Por una parte, viven pegados a la televisión y ya no solo cuando se emite el programa, que sería algo normal si no que, están ‘enganchados’ a cualquier contenido que se les ofrece en televisiones a la carta o, siguiendo a sus participantes favoritos en las redes sociales día y noche. Esto genera una dependencia a la actualidad, a estar informados en cada momento de lo que ocurre y convierte a los niños en adeptos a una ficción que, a la larga, será perjudicial para ellos y, la cual, no se debería de permitir.
Mi pregunta es: ¿hasta cuando se va a seguir permitiendo esto? No siempre está bien generalizar, pero bajo mi punto de vista, se debería de restringir la realización de estos programas. De esta forma se podría preservar la intimidad y la integridad de los niños siendo ellos quienes, cuando fueran capaces de tomar decisiones tan importantes para su vida, optaran por participar o no en estos shows, siendo conscientes en cada momento de lo que supone e incluye el mundo de la televisión.